¿Y qué tal si nos emborrachamos? Dice
Ricardo, con una botella se pisco saur en una mano y una de cognac en la otra bueno dije, pero en realidad no creí que lo haríamos. Nos miramos con la sonrisa cómplice de una pareja que aún no cumplía un año de casados. Y era claro que se trataba de una excusa para hacer el amor. Yo preparé el picoteo y nos sentamos juntitos a regalonear, mientras veíamos televisión “Sábados Gigantes”. Un programa misceláneo que ahora me preguntó como teníamos la paciencia de verlo casi completo.
Vivíamos en un departamento interior, que quedaba en el patio de una casa grande. Tenía la gracia de ser un departamentito acogedor, e independiente, a nosotros nos gustaba mucho, el único inconveniente era q tenía una sola ventana, pero era muy especial, porque era muy silencioso e iluminado porque tenia una claraboya y además un patio de luz . Pasábamos tardes enteras leyendo o retozando, sólo escuchábamos los pajaritos en sus escarceos. Recuerdo ese nido donde quizás fueron los años más felices de nuestra vida de casados. Había un segundo departamento, un poco más grande que el nuestro, al menos tenía, dos ventanas. Ahí vivía un matrimonio joven, con el que hicimos buenas migas.
Si bien todo era modesto, nosotros nos sentíamos en el paraíso, nos hacía feliz ir comprando pequeñas cosas para nuestro hogar, recuerdo una tabla para planchar, era horrible, unos trozos de madera sin pulir, a nosotros no nos importaba, éramos felices con lo poco que teníamos. Nos casamos con lo mínimo, la cama, la cocina y el refrigerador y de a poco fuimos completando lo que nos faltaba. El escritorio que tenía de soltera era nuestro comedor, teníamos sólo dos sillas…..recuerdo que para el primer cumpleaños de Ricardo , nos compramos los sillones del living, con tan mala suerte que no llegaron para ese día, La familia no se hizo ningún problema, se sentaron en la alfombra y mi vecina me presto las sillas de su comedor.
Una de las cosas que nos caracterizaban éramos súper ahorrativos, jamás nos gastábamos el sueldo completo, ese dinero, se iba al ahorro, la idea era comprarnos una casa
Bueno, estábamos con lo del picoteo y regaloneo, Comenzamos con los traguitos ricos, mientras íbamos desvistiéndonos, besándonos y acariciándonos con pasión. Estábamos completamente desnudos ya estábamos en el dormitorio, empecé a darme cuenta que mi lengua estaba traposa y mi mente no podía fijar la atención y en eso se me ocurre que hagamos el último brindis con cognac
Pasa un rato y Ricardo, medice “Negrita me siento mal, también yo le susurre al oído
me levanté y me dirigí al baño y no alcance a llegar, devolviendo todo lo que tenía en el estómago. Ricardo venía atrás de mi, intenté limpiar y mientras lo hacía, seguía vomitando. Ricardo me dice que lo dejemos así ya que estábamos en el patio de luz, desnudos en pleno invierno y corríamos el riesgo de resfriarnos.
Fue una experiencia distinta. Yo me quedé con una sensación de rechazo al limón menos con pisco, hasta después de un año
Esta es una historia de cómo es importante no caer en excesos, que en este caso fue el licor.
Nunca más nos emborrachamos, así que entre nosotros a aprendimos que si de beber se trata venga una caipiriña.