PASEO POR LA HABANA
Entonces decidimos irnos solas a
Empezamos en la zona de la catedral y nos fuimos moviendo hacia Centro Habana, yo iba nerviosa, como una niña que hace una travesura y la pueden sorprender. Mirábamos todo, la gente, los autos, los edificios....
Caminamos muchas cuadras a la deriva, por calles estrechas llenas de niños jugando béisbol con improvisados bates. De pronto empecé a sentirme mal, venía, yo sabía que venía, lo podía sentir desde lo más profundo de mi ser, era una sensación de tensión en todos mis músculos, se comenzaron a poner rígidos y mis piernas no respondían, principalmente la derecha.
Se nos ocurre tomar esos carritos para dos pasajeros , que son bicicletas y que los cubanos tienen prohibido subir a turistas. Wilma, le pide al joven que nos lleve a la zona de la catedral, que es donde están estacionados los taxi para turistas. Recorrimos unas cuantas cuadras en el carrito del negro, él que no dejaba de decirnos que estaba prohibido y que si lo pillaba la poli, le multarían,.... En eso, el joven se percata que hay un policía más o menos a una cuadra, se detiene y se puso pálido y nos dice que no pude seguir y nos echa del carrito. ¡¡bájense, bájense!!. ....¡¡la poli está en la esquina, bájense!! Y yo no podía bajarme por las diskinesia. Habíamos pactado un precio de 2 CUC por el trayecto. Todos estábamos nerviosos, Wilma, intentando pagarle (no tenía la cantidad exacta), yo buscando dinero en mi bolso y la gente que nos rodeaban nos presionaba a apurarnos para que el joven escapara. A esas alturas se me había desatado la diskinesia y se me hacía muy difícil caminar. Atravesamos la plaza con dificultad, la gente nos miraba con mucha atención . De pronto se acerca un joven moreno y me ayuda atravesar la calle. Ya teníamos la atención de todas las personas. Y yo cada vez más nerviosa por lo tanto sin poder caminar. Tenía todo el lado derecho del cuerpo paralizado y con el movimiento tenso típico de la diskinesia.
En eso que nos detenemos para tranquilizarme, se acercan dos hombres que sin preguntarme me toman uno de cada lado y yo cual Jesucristo, tiesa como palo, soy transportada hacia un centro de salud , que para suerte mía, había allí muy cerca. sin soltar la mano de Wilma, que corría detrás de mi.
Entramos a la sala de espera, y de ahí al box de atención donde se encontraban unos médicos y enfermeras en una aparente reunión. Al irrumpir con escándalo, ellos se levantan y se imaginan que es un ataque de epilepsia. Wilma rápidamente les explica que era parkinson y que era una diskinesia. Me preguntan por los medicamentos .Uno de las personas que estaban en la sala, un médico, al parecer, que ante la situación comienza a buscar frenéticamente en un pequeño librito y cuando encuentra lo que estaba buscando, dijo levantando el dedo índice: “Parkinsonil” y nosotros al unísono le dijimos que no, ante lo cual se sintió avergonzado y se calló inmediatamente....
Allí estuve, acostada en una camilla, mientras Wilma explicaba a la joven doctora en que consistía la enfermedad y el tratamiento, a la vez que me hacía mis ejercicios para relajarme, mientras llegaba un taxi, que nos habían solicitado.
Fue una experiencia loca, terminar en un policlínico cubano, con la mirada atenta de todos los parroquianos que no podían entender qué le pasaba a este par de turistas un poco extrañas.
2 comentarios:
ERika
Tienes una condición natural para el relato,llevas en la pluma, la visión atrayente para el lector, me causó empatía ya que mis hijos , regresaron de una visita a Cuba hace un par de meses, entre otras cosas, pudieron desmistificar sobre la salud en ese país, lo que corrobora un poco tu relato, pero por otro lado llegaron con un sabor extraño, casi de admiración por este pueblo, por si ingenuidad, la que me relataban se muestra en su expresión máxima en los atardeceres junto al malecón, papá me dicen, solo conversan, cosa que para nosotros país supuestamente desarrolllado, nos parece hasta casi una pérdida de tiempo, a veces pienso, cuanta falta nos hace un poco de esa ingenuidad para bajar nuestra arrogancia.
Un abrazo y ya nos encontraremos en futuras entradas
JC
leyendo y releyendo tus letras voy cayendo en la idea de jamas haberte pensado enferma... por ello en horabuena que sea principio de tu eterna felicidad y de tu agradable sabiduria... un abrazo...
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